Por: Dario Mendoza | @DarioMendoza

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Una de las razones por las cuales las ideologías tienen éxito, a pesar de que no son ni científicas ni racionales, es porque sus seguidores conservan una emoción profunda que los lleva a justificar su conducta a través de una ideología disfrazada de ciencia o de causa justa.

Las ideologías buscan que la realidad se acomode a la idea, y no la idea a la realidad. Por ejemplo, las ideologías populistas logran muchos seguidores porque aglutinan emociones muy humanas, como la envidia, el resentimiento y el deseo de venganza.

Por eso a una parte de los votantes, no les importa ningún tipo de propuesta racional. La oferta populista en el fondo es “me voy a fregar a los que te han hecho daño”. Y para la mente de muchos seres humanos, es más fácil echar la culpa a otros de su situación actual, que reconocer que tal vez han tomado malas decisiones que les han causado ese daño.

Y entonces le tenemos envidia al que es un “matado” en la escuela, le tenemos envidia al que ha sabido ahorrar y mantener su economía estable, al que salió del rancho y ahora triunfa en otras fronteras. La ideología populista justificará con bandera de “justicia” que a los otros les ha ido bien seguramente por ser transas, y por lo tanto hay tomar medidas para vengarse.

En algunos focus group, me ha llamado la atención la justificación que dicen los que apoyan a la ideología populista es: “Pues a lo mejor los de ahora también me roban, pero ya son otros, ya no son los mismos”. Eso no es nada racional, sólo es un deseo de venganza que podría nacer de la envidia. Claro que, con esa idea disfrazada de ideología o causa justa, no se construye un país, ni se logra el crecimiento de nadie.

También la ideología de la revancha y la venganza se encuentra en otros ismos, el socialismo, el populismo o incluso un tipo de feminismo, que proclama que la única forma de sacar la herida de una mujer es hiriendo a otros o incluso a otras, como se ve en la rabia y el deseo de venganza de algunas feministas que lastiman a las mujeres policías en algunas manifestaciones. Es el deseo de venganza, es la creencia absurda de que una herida se sana, hiriendo a la sociedad. Irracional, sí; entendible, sí. La herida es profunda, pero destructiva.

La indiferencia y el abstencionismo

Y estas ideologías, que en realidad son conductas del comportamiento humano, encuentran otras conductas como respuesta de otros segmentos de la población que cultivan el ego y la indiferencia. En la película La Ciudad de la Alegría, de Dominique Lapierr, que se desarrolla en una ciudad extremadamente pobre como Calcuta; hay una escena en donde una mujer encara a un doctor fracasado y aterrado y le dice: “usted tiene tres opciones, largarse, ser espectador o comprometerse”.

En Venezuela un amplio grupo de este sector decidió huir (resorte de la supervivencia); otro decidió no meterse en problemas y sólo ser espectador; y otros, los menos, decidieron comprometerse.

El no compromiso de un sector de mexicanos se ve reflejado en que no acuden a votar, aunque se quejen. De acuerdo con un estudio de Big Data México, cuando se explora quienes se abstienen de participar y se cruza con indicadores como la capacidad de compra de los ciudadanos: “Los que tiene mayores ingresos son los que más se abstuvieron…” Así, los municipios que acumulan el mayor número de ciudadanos que compraron bienes duraderos, el grado de abstención, estuvo a los niveles de casi el 40 por ciento.

La indiferencia y la falta de compromiso también aparecen en la conducta humana, son comportamientos como la envidia y el deseo de venganza. Cuando se juntan en grandes grupos de la sociedad, las sociedades se colapsan.

Lo resume muy bien la frase de Mafalda: “Vivimos en un país donde la clase trabajadora no tiene trabajo. La clase media no tiene medios. La clase alta no tiene clase”. Y se nota en los videos muy “troleables” de los políticos Ricardo Anaya o Samuel García, simplemente hablan desde su muy particular burbuja, reflejan una clase política que se ha extraviado, sin conectar con los electores. Y es que el mensaje de un líder constructor tiene como elementos la empatía, la unidad, la simpleza y que el mensaje sea lo más universal posible.

Sin embargo, hoy asistimos a un ruido político lleno de esas emociones. La polarización, la división, no convienen a nadie, ni siquiera a los que la promueven. Dirigirse a los ciudadanos como chairos o fifis, no le sirve a nadie sólo al ego muy personal de algunos o al deseo de venganza de las emociones descontroladas de otros. Ambas conductas destruyen.

Ante la crisis que vivimos y el clima de polarización, necesitamos actitudes más humanas y universales, entender que lo que le pasa a uno le afecta al otro y llamar a la unidad.

¿Existen liderazgos así? Claro porque la humanidad también tiene grandeza, porque hay luz en un entorno oscuro. Transcribo el spot de la primer ministra alemana Angela Merkel de 2013

“Existen momentos en los que hay mucho en juego, en la crisis del euro, por ejemplo, muchas veces llegamos a territorio inexplorado. Como Canciller tomo decisiones para nuestro país, para las personas … Tengo que estar segura de que hacemos lo correcto; lo correcto no siempre es, lo que pide el que grita más fuerte, lo correcto es, lo que al final, ayuda a las personas.

No podemos poner en riesgo esto ahora, subiendo los impuestos, con más cargas porque no sería bueno para Alemania. Quiero que sigamos teniendo éxito juntos en el futuro con buen trabajo y nuevas ideas.

Quiero un país en el que los más fuertes ayudan a los más débiles. Quiero un país donde se vean recompensados los que trabajan duro, un país con las mejores oportunidades para nuestros hijos. Ese es mi objetivo como Canciller y les pido su apoyo…”

México tiene muchas heridas, pero no saldrá, hiriéndonos los unos a los otros o huyendo de la situación para mantener nuestra zona de confort. Ese es el reto de la elección de junio y de la elección del 2024. Encontrar el mensaje adecuado, y el vocero adecuado que puede cambiar el marcador, como lo ha mostrado la historia humana.